Reflexiones
- Sin embargo, para vergüenza de nuestra especie, nos encontramos con una enorme injusticia al contemplar la miseria y exclusión de la mayor parte de la población frente a la opulencia y el despilfarro de una minoría –el Norte- cuya riqueza se ha cimentado sobre la explotación de personas y recursos de otras latitudes. Por ello, en lugar de hablar de pobres, preferimos el término de empobrecidos, que se ajusta más a la realidad. Y ello no es resultado de la voluntad de ningún dios, ni del azar, en un planeta de tas vastos recursos, sino de la voracidad del modelo capitalista. Un sistema así, que no sólo genera exclusión en los países de la periferia, sino en su propio interior, y en el que tanto los seres humanos como la naturaleza se consideran mercancías, está pidiendo urgentemente (si es que existen hombres y mujeres de buena voluntad que escuchen esta llamada) ser transformado.
- Ha habido intentos de cambio en los últimos siglos, especialmente con las revoluciones llamadas socialistas, que no han conseguido los objetivos originales. Si para el capitalismo era importante la libertad y para el socialismo la igualdad, parece que ambos se olvidaron del tercer término: la fraternidad.
- Se trata de rescatar no sólo a toda esa inmensa humanidad que sufre, sea por falta de alimentos, opresión política, enfermedad, marginación, etc., sino también a la naturaleza, sometida y explotada, cuyos límites estamos peligrosamente sobrepasando. Un mundo más justo contempla la integración entre humanos y naturaleza, porque su destino es inseparable; y si somos responsables de los primeros, también lo somos del medio que nos acoge, no, por cierto, mero escenario pasivo, sino colmado de formas de vida, a cual más hermosa y sorprendente que, al igual que nosotros, también desean vivir en este su único planeta.
- ¿Cómo abordar tan ingente tarea? No hay una respuesta única. Debe actuarse en todos los frentes, desde el político al personal. En el primero, apoyando programas que defiendan a los más desfavorecidos y busquen mayores niveles de justicia y dignidad. En el personal, a través de buenas prácticas y estilos de vida coherentes con la sociedad que desearíamos, pues para alumbrar sus valores no hay que resignarse con una incierta espera, sino que desde ahora se debe vivir tal como se proyecta y se sueña. Y esto no sólo tiene que ver con nuestros valores interiores, sino con nuestros hábitos, es decir, cómo vivimos, cómo nos desplazamos, cómo organizamos nuestro ocio y nuestras relaciones, cómo nos alimentamos, cómo cultivamos nuestro yo personal, cómo desarrollamos nuestro trabajo y nuestra vocación.
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- Y tampoco debe olvidarse el campo cultural, desde el cual nos formamos, reflexionamos, dialogamos y vamos adquiriendo compromisos meditados. Como seres éticos, debemos afirmar nuestras convicciones, que son las que darán sentido a nuestras vidas. Y sobre todo ello, mantener un Ideal que nos conduzca, porque la “visión”, los “sueños” o la utopía, deben orientarnos, más allá de las luchas y los quehaceres cotidianos. Y quién sabe si podremos afirmar, con Lamartine, que las utopías de hoy se conviertan en las realidades de mañana.